Por Teresa Garlop
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19 de octubre de 2020
¡Hola! ☁️ Feliz lunes y bienvenido/a una semana más a mi BLOG. Hoy quiero hablarte de un tema que NO nos gusta pero inevitablemente está presente en nuestras vidas, algo natural que, yo diría, forma parte de la propia vida y, a veces, nos cuesta aceptar: LA MUERTE . Más concretamente de lo que quiero hablarte es sobre el DUELO INFANTIL POR PÉRDIDA DE UN SER QUIERIDO . ¿Empezamos? Pero, como siempre, por lo conceptos claves para tratar el tema. ¿QUÉ ES EL DUELO? Según la RAE, en su segunda acepción, el duelo (del latín tardío dolus 'dolor') es: “Dolor, lástima, aflicción o sentimiento. Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. Reunión de parientes, amigos o invitados que asisten a la casa mortuoria, a la conducción del cadáver al cementerio, o a los funerales.” En psicología, el concepto abarca un espectro más amplio y lo define como un PROCESO psicológico normal y necesario de adaptación tras la pérdida de un objeto significativo que formaba parte de nuestra vida. La pérdida puede ser de: Objeto externo : como la muerte de una persona, la separación geográfica, ruptura sentimental, el abandono de un lugar… Objeto interno : pérdida de la propia imagen social o estatus, fracaso personal… Pero yo me voy a centrar, como dije antes, en la pérdida de un ser querido. Dicho duelo se puede activar inmediatamente después de la muerte, un tiempo después o incluso antes (conocido como “duelo anticipado” y suele darse en los casos donde el fallecido ha pasado por una larga enfermedad). Según E. Kübler-Ross el proceso de duelo pasa por cinco fases por las que fluctuamos durante un instante o meses (depende de cada persona); pasamos de una a otra y podemos retornar luego a la primera. Negación : es un estado de insensibilidad emocional en el que nos sentimos paralizados y no podemos comprender esta realidad ni elaborar los sentimientos asociados a la experiencia tan difícil. Esta fase nos ayuda a dosificar el dolor. Ira : aunque no aparece siempre, cuando lo hace suele ser después de la negación, porque surge la pregunta de “¿por qué él/ella?”. Se puede sentir contra el ser querido (por no haberse cuidado mejor, por ejemplo) o contra nosotros mismos (por no haberlo previsto o por no haberte despedido). Negociación o pacto : en esta fase empezamos a aceptar la realidad que no puede cambiar y fantaseamos con la opción de que la persona no hubiera fallecido (“¿que habría pasado si…?”) y nos sirve de consuelo y de respiro. Depresión : tenemos una sensación de vacío que nos parece que va a durar siempre, pero desaparecerá en cuanto cumpla su función, la de aceptar y seguir adelante. Aceptación : es el momento en el que aceptamos la situación y podemos seguir adelante, aunque echemos de menos a la persona fallecida. Sin embargo, las fases del duelo en niños y niñas suelen ser distintas. Algunas de ellas desaparecen o se confunden, manifestándose a la vez; ahora bien, cuanto más mayor es un niño, más se parece el duelo infantil al de los adultos. En el caso de los y las adolescentes, el duelo es muy parecido al adulto. El duelo implica una elaboración personal, un “poner de nuestra parte”; por ello, cada duelo es diferente y personal. Para dicha elaboración hay que realizar algunas tareas propuestas por Worden: Aceptar la realidad de la muerte, que la persona fallecida no va a volver. Trabajar las emociones asociadas. Aprender a vivir en un mundo en el que el fallecido no está, como asumir ciertas responsabilidades de las que se encargaba el fallecido. Recolocar emocionalmente al fallecido en nuestra vida, como generar un recuerdo agradable y no doloroso, y seguir viviendo. DIFERENCIAS ENTRE EL DUELO INFANTIL Y EL ADULTO. La vida del niño o de la niña no se ve completamente cambiada ni suele implicar una ruptura con la realidad. Normalmente mantienen sus actividades y rutinas. Además, mantenerlas les facilitará el duelo; en cambio, en los adultos, mantenerlos puede traducirse en una negación de la pérdida. Suelen elaborar el duelo de forma más rápida, en parte porque viven más centrados en el presente. También la expresión emocional es distinta, los menores tienden a expresar más con la conducta y el cuerpo, mientras que los adultos lo hacen mediante la palabra. Una manera de ayudarles con la expresión emocional sería a través del dibujo, los cuentos… El duelo del niño o niña también va a depender de su concepto de muerte, que a su vez depende de la información que le hayas dado al respecto y a la edad. Van a necesitar resolver dudas e inquietudes. El apoyo familiar y social, en especial el de las figuras de apego, es esencial para que les guíe y le proporcione lo que necesite. En cambio, el adulto puede resolverlo sin una guía. LA IMPORTANCIA DE HABLAR DE LA MUERTE Hay dos motivos principales por los que los adultos no hablan a los niños sobre la muerte. Uno es el temor que sentimos y el dolor que nos causa, por lo que intentamos “proteger” al niño o a la niña de ese dolor. Y otro es que se considera que los niños
pequeños no comprenden la muerte ni se sienten afectados por ella pero no por ella, pero no es así, los niños son conscientes de la muerte y pueden sentir una gran aflicción por la pérdida de una ser querido. En nuestra sociedad es habitual apartar a los niños y las niñas de la muerte y sus rituales asociados; a veces hasta se les oculta información o se enmascara proporcionándoles información deformada y equivocada. La información errónea nos lleva a que el niño o la niña sienta una confusión que, unida al dolor por la pérdida, puede generar complicaciones que deriven en un duelo patológico que necesite intervención. Por su lado, ocultar la información, le evitamos que pueda desarrollar las habilidades necesarias para afrontar situaciones dolorosas en el futuro y serán más propensos a la frustración. Algunos ejemplos de información errónea pueden ser: “el abuelo se ha ido de viaje”, “ es como si estuviese dormido” o “se ha ido al cielo”. Aunque esta última puede ser acertada en familias creyentes, sin explicaciones más concretas puede hacer creer al niño que es un lugar de donde se puede volver. Con la metáfora del sueño, puede generar la idea que irse a dormir es malo o peligroso. Por otro lado, ocultarles una muerte, conlleva que el niño o niña genere una explicación de porqué no ha vuelto a ver al ser querido fallecido. Son niños y pueden crear respuestas como que han hecho algo malo y no les quieren ver, que la gente desaparece sin motivos… Y como consecuencia pueden temer otras pérdidas que pueden llevarles a sentir miedo por la separación de la figura de apego, dormir solo… Debemos tener en cuenta que el nivel cognitivo y la experiencia de un niño son menores por lo que es más fácil que haga inferencias erróneas si no se le ofrece información clara y precisa o si no se le deja hacer preguntas. Por todo ello, y teniendo en cuenta el nivel cognitivo, es imprescindible proporcionar a los pequeños una información veraz y adaptada, así como permitir que nos pregunte aclarando sus dudas, errores y temores. DUELO INFANTIL POR EDADES (según Patricia Díaz Seoane)